Martes, 12 de mayo de 2009
Cuando pensaba que nada podía cambiar en ese día de oscuridad y de lluvia, alguien se acerca, ese alguien tan esperado por la soledad de su interior corazón que palpitaba velozmente.
Se acercaba en silencio, pero corriendo rápidamente por el suelo mojado, dejando caer la sorpresa esperada por tanto tiempo, por esos días de amargura que no frecuentaban ser vistos por los ojos de aquel hombre.
Una sorpresa podía cambiar el día, una sorpresa podía alegrar toda su vida, toda la amargura interior que existía por cuestionarse el porqué de las cosas que quería y no podían ser entregadas como ella lo hacía.
Pide la espera, un retraso se acerca para luego adivinar aquella sutil sorpresa inesperada por la flor caída.
La flor caída ya no estaba opaca, ahora brillaba más que nunca, lo oscuro, esa capa que la poseía interiormente ya había sido despojada, desechada.
La flor ahora podía sonreír infinitamente, con grados de euforia incluidos en su cara de ángel.
La alegría de esta, era la más bella que se podía apreciar; también lo más bello era saber que aún quedaba el amor que suponía ya no estar viviente por la imaginación del pensamiento y mal interpretación del sentimiento interior que se alojaba por la desilusión frecuente de los no cambios pedidos a gritos que esta hacía sin ser escuchados, o menospreciados por el oyente, sin saber que algún día podía estar lejos de esa seguridad que lo mantenía tan firme en su parada.
Ser seguro destruye lo construido en segundos, la seguridad no es amiga del alma, el alma entrega lo que sea por estar bien consigo mismo, la seguridad restringe lo que puede ser entregado por el motivo de se quiere entregar lo que uno desea y no lo que se puede.
Si se pudiese entregar lo que podemos todo sería distinto, pero para poder hacer eso, tiene que existir el sacrificio de lo amado para que este pueda marchar bien y florecer con gracia.
Para poder superar aquellas cosas hay que entregar todo lo posible con tal se superar nuestros miedos, que nos van alejando de las metas mentalizadas a conseguir en algún momento determinado.
Si referimos el superarnos como buenas parejas, el entregar lo que podemos sin cambio de nada a recibir, seríamos todos agradecidos por tener a alguien igual a nosotros en sentidos semejantes por el entregar afecto simultaneo y recíproco.
La mejor manera es entregar hasta que podamos, hasta que duela, cueste lo que cueste.
Lo que se ama, cuesta, pero se consigue finalmente mediante sacrificios, emanados por el corazón viviente para ser entregados a un personaje mereciente de tales sacrificios.
Si sos merecientes de tales sacrificios que hacen hacia tu persona, no temas en sacrificarte por aquél que lo hace por tí, por aquel que te ama.
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